La Historia frente a Sade

No abrigo la intención de escribir una biografía detallada del marqués de Sade. […]La biografía completa del marqués de Sade no se ha escrito aún. Pero no hay duda de que no está lejano el día en que, reunidos ya todos los materiales ha de ser posible esclarecer los puntos de la existencia de un hombre notable que todavía permanecen en el misterio y acerca del cual han corrido y corren afín un número tan grande de leyendas[1].

Así comienza Apollinaire, a principios del siglo XX, sus notas biográficas sobre Sade. Estas notas me han parecido lo más lúcido que he leído sobre Sade, y este párrafo al día de hoy no ha perdido vigencia.

La historia nos ha legado una imagen del Marqués de Sade infamante. Moralistas y mojigatos, escandalizados por sus obras, se han preocupado durante 200 años de alimentar una falsa e infamante leyenda para denigrar a su autor. Mi primer contacto con Sade estaba contaminado por su leyenda, su imagen era la de un marqués disoluto autor de las mayores atrocidades. Lo imaginaba encerrado en su castillo, alimentándose de la sangre de innumerables jovencitas vírgenes, cuyos cuerpos, una vez despojados de sus almas, encontraban su sitio en el foso del castillo que se había constituido en su cárcel.

Sobre su labor como escritor sabía que había escrito algo, pero no le atribuía ningún valor literario, algo así como apuntes donde narraba alguna de sus felonías; también se hablaba de sus obras Justine y las 120 jornadas, unas obras pornográficas imposibles de conseguir. Así me enfrenté a la lectura de sus Cuentos y leyendas. Era joven y pensaba encontrar en sus obras una mezcla de pornografía y alucinadas depravaciones. Encontré una colección de historias al estilo de Boccaccio, con su mismo ingenio, pero concentrado en brevísimos cuentos; y un desconcertante, para mí en aquella época, Presidente burlado. Su imagen macabra se tambaleó y, junto al interrogante sobre su personalidad, guardé la imagen de un autor de prosa brillante, mordaz y de ingenio.

Tuvieron que pasar diez o doce años para volver a encontrarme con la obra de Sade. Cayó en mis manos Los infortunios de la virtud. Pude dar respuesta a la interrogante sobre su personalidad: Sade era una persona sensible, preocupada por las cuestiones éticas; y confirmó mi primera impresión como autor: me encontraba ante un escritor brillante.



[1] Introducción de Apollinaire a L’ Oubre Marquis de Sade. 1909 Bibliotheque des Curieux. París. Traducido al castellano por Ediciones Corregidor. Buenos Aires (1973).